José Antonio Molina Mora

José Antonio Molina Mora
Coach para Emprendedores, Experto en Creatividad para el desarrollo humano.

jueves, 28 de febrero de 2013

El miedo al éxito, un veneno letal para mis sueños…






"Cuenta una fábula India que había un ratón muy angustiado porque tenía miedo al gato; un mago que se compadecía de él, lo convirtió en gato. Pero entonces comenzó a tener miedo del perro y el mago lo convirtió en perro; éste empezó a tener miedo de la pantera. El mago ya cansado de sus intentos por quitarle el miedo, lo convirtió en ratón otra vez y le dijo: -Nada de lo que haga va a servirte de ayuda porque siempre tendrás el corazón de un ratón-".


Cuando leí este párrafo en internet recordé la cantidad de veces que he tratado de ser distintas personas solo para enfrentarme al mismo problema, al miedo. Aún cuando el miedo sirve para protegernos y garantizar nuestra evolución y supervivencia, también neutraliza nuestro crecimiento y nuestro compromiso con aquello que nos hemos propuesto o queremos llegar a ser.


El miedo evolutivamente nos ha permitido llegar como especie hasta el día de hoy, y podemos describir al éxito como una situación de triunfo o logro en la cual la persona obtiene los resultados esperados y, por lo tanto, se encuentra satisfecha en ese aspecto. Pero ¿qué sucede cuando mezclamos en un tubo de ensayo miedo, creencias, y malas experiencias? El resultado no es más que un veneno letal para nuestros sueños y proyectos.


Así tenemos que el miedo al éxito es una condición psicológica caracterizada porque la persona o personas, ante la contingencia de llegar alcanzar el éxito en un proyecto o área determinada, realiza esfuerzos, conscientemente o no, para evitar dicha posibilidad.


El miedo al éxito se caracteriza principalmente porque pensamos que no seremos capaces de conservar el estado de éxito, que en otras palabras es miedo al fracaso. Miedo al rechazo de las personas que nos rodean por causa del propio éxito y algo que es más triste, a no querer ser exitosos por creer no merecerlo, por algún sentimiento de inferioridad o falta de autoconfianza.


Por otro lado nos preguntaremos, ¿cuáles pueden ser las causas que hacen que sienta miedo cuando quiero lograr algo? Por lo general tiende a remontarse a nuestra niñez, por ejemplo hemos asociado el éxito a un trauma, con la pérdida de privacidad o con el aumento de tensiones y sobre todo de responsabilidades. Así mismo, comentarios negativos recurrentes que provocaron reducción de nuestra autoestima, también, hemos sobrevalorado la palabra éxito inflándola de tal manera que se convierte en un globo que puede explotar en nuestras manos.


Cuando quise emprender mi primer proyecto recuerdo que recién entraba en la universidad, pero pensé: “bueno todavía soy muy joven, más adelante será mejor época, las cosas en la economía mejorarán y eso me favorecerán más. Así, las posibilidades de fracaso serán menores”. Luego el tiempo pasó, y tras varios intentos, el mismo comportamiento impidió que llevara a cabo tantos sueños como intentos pudiera imaginar.


En el día a día veo como muchas personas tratan de llevar a cabo sus proyectos pero tienen miedo a ser reconocidos, criticados, referentes, etc. Y ustedes me preguntarán cómo hice para vencer ese miedo; sólo puedo decir que actuando según me dicta el corazón, eso es lo único que me ayuda a superar mis miedos. Cuando creo que algo no me va a salir bien y que por eso puedo ser condenado o criticado, me alegro, digo “¡Uau! Por fin soy exitoso.


José Antonio Molina Mora


Coach para emprendedores.




Para escribir este artículo me apoyé en las siguientes referencias:









miércoles, 13 de febrero de 2013

La procrastinación: un juego que nunca comienza, una actividad que nunca termina.



 


Según Wikipedia la procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición, es la acción o hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes y agradables.

La postergación nos lleva a refugiarnos en otras actividades diferentes a las de nuestro objetivo principal. Esta costumbre de posponer puede generar dependencia de elementos externos, tales como mirar cada poco tiempo los email, las redes sociales, leer un libro, salir a tomar un café, comer impulsivamente o simplemente dejarse llevar en exceso por la rutina laboral. 

Podemos encontrar dos tipos de procrastinadores:

·        Los que lo hacen de manera eventual, cuya actitud o comportamiento no se repite habitualmente.

·        Los que lo hacen constantemente, cuya conducta evasiva es  habitual y mantenida en el tiempo, que podríamos denominar crónicos. ¿Dónde te encuentras tú?
Un ejemplo de procrastinación lo hacemos de manera común cuando estudiamos. Cada semestre compramos libretas nuevas, llegamos a clase con mucha emoción, y luego con los días vamos postergando tanto las tareas semanales como las mensuales. El día antes de entregar el proyecto sólo dormimos dos horas y logramos entregar un trabajo que no es de la mejor calidad, pero que permite que cumplamos con el cometido.  
Al salir de la universidad y en el campo profesional ha llegado la hora de entregar proyectos o informes, pero comenzamos por hacer actividades diarias o tareas superfluas que nos alejan, como antes dijimos, de nuestro cometido, y repetimos patrones de conducta que hemos venido fomentando en la universidad.
Por ejemplo, mañana debo entregar un informe. Me levanto, preparo un café, organizo la mesa donde voy a trabajar, decido llevar al perro a pasear, luego regreso y me pongo a revisar los email. Recuerdo que había quedado en tomarme un café con mi amiga María, la llamo, charlamos un buen rato y luego voy a trabajar. Al llegar a casa  me cambio rápidamente y salgo corriendo al gimnasio, donde me siento culpable porque no he terminado con el informe que debo entregar el viernes, y ya hoy es miércoles.  
Me voy del gimnasio sin haber disfrutado de la actividad física, en mi pensamiento sólo está el informe. Me invade la ansiedad, llego a casa, como todo lo que consigo en el frigo, miro otra vez el correo, llamo a mi primo que está de cumpleaños, voy otra vez al frigo y me doy cuenta de que necesito cosas para la comida que he organizado para el sábado. Me voy al super, debo dejar eso listo. Al llegar del super decido que me levantaré muy temprano y terminaré el informe, tan importante y vital para mi trabajo. Esta cadena se repite muchas veces en la vida diaria de mucho de nosotros, ya sea en cuestiones relacionadas con el trabajo, con la familia, con la salud o los amigos.
Trabajar en hostelería me ha dejado una buena lección y dinámica de trabajo, sé que todo hay que hacerlo en el momento, no se puede dejar nada para después. Para cada servicio, tanto la cocina como la sala deben estar en perfecto orden y preparada para la siguiente hora. Hay que hacerlo y ya.  Si queremos que el negocio funcione, no hay lugar para la procrastinación."
Pero no todo está perdido, podemos combatir la procrastinación con algunas estrategias, identificando primero las causas:
1.     Origen: si no me gusta esta tarea, trabajo o deber. Siempre puede que lo dejes de lado el mayor tiempo posible.
Estrategia: estudia la posibilidad de automatizarla, delegarla o intercambiarla con alguien. Si no es posible, modificar la manera tradicional de hacerla te puede ayudar.
2.     Origen: porque no se cómo resolverlo.
Estrategia: siempre podremos pedir ayuda, un consejo, informarnos o formarnos para determinadas tareas.
3.     Origen: me falta tiempo, el día es muy corto, necesito días de 32 horas.
Estrategia: debemos mantener ordenado el área donde trabajamos, planificar el tiempo, llevar una agenda, establecer horas concretas al día donde realizarás la actividad y cumple con el objetivo. Prioriza: distingue lo urgente de lo importante.
4.     Origen: tal vez no quiero hacer lo que me he propuesto, lo decidí por impulso o por agradar a alguien.
Estrategia: revisa tu objetivo. Partiendo de tu situación actual, si no es prioritario para ti o para tu meta, déjalo definitivamente.
5.     Origen: estoy bloqueado, necesito algo que me motive o me lleve a la acción.
Estrategia: a nuestro cerebro le cuesta ponerse en marcha cuando la magnitud nos abruma, es recomendable convertirlo en pequeñas tareas, dividirla en pequeñas actividades. Recuerden: lo importante no es la meta, es disfrutar de cada cosa que hacemos.
6.     Origen: cuando quiero hacer algo necesito tiempo para reflexionar, para pensármelo.
    Estrategia: cuando haces esta postergación creativa, estás contribuyendo con tu cerebro para buscar alternativas, hacerlo lo mejor posible. Aquí estamos invirtiendo el tiempo para la reflexión. Cuando estés preparado todo saldrá de maravilla, pero recuerda: el tiempo es más que oro, y el tiempo perdido los santos lo lloran.

lunes, 4 de febrero de 2013

Los prejuicios: ¿Por la maleta podemos conocer al pasajero?


Ayer iba caminando por la calle y de repente vi que un grupo de chicos negros  cruzaban la esquina.  Rápidamente fui al otro lado de la acera, sentí miedo, caminé unos pasos más y al mirar hacia atrás los vi entrar jugando a la escuela. Vaya, otra vez, mis prejuicios  vuelven a jugar conmigo, pero esta vez sentí vergüenza de mi actitud y comencé a pensar las veces que he sido víctima de estas falsas creencias.

La situación imaginaria que describo anteriormente es un ejemplo de cómo los prejuicios condicionan nuestros pensamientos y acciones. El Diccionario de la Real Academia Española, define  el prejuicio como una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. 

Uno de los factores determinantes del prejuicio es la necesidad de autojustificación. También lo son el status y el poder. Son suficientes 0,2 segundos para formarse una imagen en la mente de una persona nada más verla sin conocerla previamente. Tal vez sea un proceso natural humano, llámese hemisferio derecho, pero también se puede aprender a gestionar, llámese coherencia entre hemisferios, coherencia entre creatividad y raciocinio. La cuestión es, ¿queremos hacerlo?, por lo general queremos seguir aferrados a lo que ya conocemos y creemos, sin importar que cause daño y dolor.

Pero, ¿cuál es proceso que lleva a una persona a formarse impresión desfavorable de otra sin conocerla?

Los prejuicios pueden dividirse en dos procesos: la categorización y los estereotipos. Un ejemplo de los primeros puede ser cuando entramos en un hospital y buscamos una persona que encaje en la categoría de enfermera o médico para, de forma rápida, resolver una situación determinada.

Todos los seres humanos categorizamos el mundo que nos rodea para poder manejarlo y entenderlo mejor, el problema está en que la clasificación social hace que se exageren las diferencias entre personas, de manera que todos los miembros de un grupo nos parecen iguales.  Piensa por un momento, ¿qué imagen viene a tu mente cuando piensas en un camarero, un cocinero o un abogado?

 Por otro lado tenemos a los estereotipos, que van más allá e incluyen características de la personalidad, emociones, aficiones, gustos, etc. Así alguien puede pensar que todos los políticos son corruptos o todos los homosexuales son afeminados.

Ahora bien, la base de los prejuicios suele ser los estereotipos y estos se pueden formar mediante la experiencia de vida estableciendo lo que en psicología se denomina  ‘correlación ilusoria’, que no es otra cosa que creer que todos los japoneses andan con una cámara tomando fotos.

 Por otro lado, el miedo a lo desconocido nos hace establecer estereotipos positivos o negativos, como por ejemplo lo primero que nos sucede al llegar a otro país, cuando llegue por primera vez a España hace cinco años de vacaciones, fue pensar que todos los españoles hablaban fuerte o siempre estaban de fiesta. Así mismo, el aprendizaje es otro elemento importantísimo y ahí los medios de comunicación juegan un papel muy importante. En los últimos años la etiqueta de ‘generación nini’ va tomando fuerza, y hasta que no estudias y trabajas con los jóvenes españoles no te enteraras en realidad del gran valor y sentido de responsabilidad que tiene la gran mayoría.

Por último, ¿cómo podemos cambiar los esquemas mentales y ese yo prejuicioso que nos aleja de la diversidad y el aprendizaje?

·         Conviértete en el observador de tus pensamientos, cuando tus estereotipos se repitan, visualízate en la misma situación, trabaja la empatía.

·         No compartas comentarios desagradables contra determinadas personas y grupos, sé un agente de cambio.

·         Se coherente, no contribuyas con empresas u organizaciones que no respetan los derechos humanos.

·         Para los padres: permitir que sus hijos conozcan actividades que hacen otras personas les hará crecer y abrir su prisma sobre la diversidad humana.

·         Disfruta caminando por la calle y viendo con todos tus sentidos que el mundo es un espacio abierto a las diferencias.

·         Acepta que es difícil entender todo y compartir todo.

·         Pero lo más importante, comprométete a cambiar,  nuestro cambio produce en las personas que nos rodea un bello efecto multiplicador.